Cuando la mente está de veras tranquila, entonces es posible que se manifieste
aquello que es inconmensurable. Cualquier otro proceso, cualquiera otra búsqueda de
la realidad, es mera autoproyección, cosa de nuestra propia hechura, y, por tanto,
ilusoria. Pero este proceso es arduo, y él significa que la mente tiene en todo instante
que darse cuenta do todo lo que internamente le ocurre. Para llegar a ese punto, no
puede haber condenación ni justificación desde el principio hasta el fin, sin que esto
sea un fin.
No existe un fin, porque hay algo extraordinario que aún continúa. Esto no es una
promesa. A vosotros os toca experimentar, penetrar de más en más profundamente en
vosotros mismos, de suerte que todas la innumerables capas del centro sean
disueltas; y eso lo podéis hacer rápida o perezosamente. Pero es en extremo
interesante observar el proceso de la mente, cómo depende de las palabras, cómo las
palabras estimulan la memoria, resucitan la experiencia muerta y le infunden vida. Y
en ese proceso la mente vive en el futuro o en el pasado.
Por tanto, las palabras tienen un enorme significado, tanto neurológico como
psicológico. Os ruego que no aprendáis todo esto de mi o de un libro. No podéis
aprenderlo de otra persona ni hallarlo en un libro. Lo que aprendáis o encontréis en un
libro no será lo real. Pero podéis experimentarlo, podéis observaros en la acción,
observaros al pensar, ver cómo pensáis, cuán rápidamente le dais nombre al
sentimiento a medida que surge; y la observación de todo este proceso librará a la
mente de su centro. Entonces la mente, estando quieta, puede recibir aquello que es
eterno.
J. Krishnamurti
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